La sombra de la honestidad visitó al
país de México, le atraían las cosas taaan interesantes que se decían de él.
Aquí
impera un sistema capitalista el cual tiene como característica principal el
enriquecimiento individual y no el bienestar social o común; no piensa en dar a
cada uno según sus necesidades, sino en cómo cada uno puede llenar las de él.
La pobreza le preocupa pues es como una espina que no le permite mostrarse
“desarrollado”, a los pobres los aborta, los margina, los esconde y, en algunas
ocasiones, los disfraza.
Mientras apresuraba el paso pensó: “por
lo que veo estoy segura que en este lugar voy a encontrar a mi principal
enemiga, la corrupción, pero ocurre que cuando llego a un lugar ésta ya se ha
ido”.
Contaba con una esperanza renovada ya
que cada lugar que visitaba le aportaba nuevos datos al grado de conocer más a
la corrupción que ella misma.
Se adentró en una milpa y supo que
había estado allí. A lo lejos vio venir a Don Cruz, en una mano traía su azadón
y en la otra una vieja y ponchada bicicleta,
los huaraches llenos de lodo y un morral con unas mazorcas de esas “de las buenas” que hacen crecer el grano al
doble, se las había dado el gobierno, quizá por eso le sonrió a la honestidad
al verla; con la manga de la camisa se limpió el sudor y la invitó a sentarse
bajo la sombra de un árbol. Nada le apuraba, su único apuro era que sólo había
logrado sembrar cinco surcos y el temporal ya se avecinaba.
La esposa de Don Cruz tuvo seis hijos,
ninguno terminó la escuela a pesar del programa “Progresa” que el gobierno
otorgaba a los estudiantes, esa era una pena que no le abandonaba. Dos se le
fueron de mojados, otro, “el rebelde”, le gritó al gobierno que les daban ese
“dinerito” nada más para tenerlos
tranquilos y no provocar descontentos. A la fecha no sabía de él; otro, de
plano dijo “Ya no quiero estudiar” y se fue a ganar treinta pesos a los ranchos
de los gringos; las dos hembritas recién se habían ido a la capital a trabajar
a una casa grande y aunque no mandaban dinero tampoco pedían.
Con un suspiro ahogado terminó su
relato, le indicó el camino más corto para llegar a… no sabía dónde, tendió la
mano y se despidió.
La honestidad se adentró en la selva
de Chiapas, le maravillaban las riquezas naturales que a su paso encontraba,
con razón se le tenía como uno de los estados más ricos. En una de tantas
veredas se topó con una mujer de larga trenza, un rebozo ceñido en la cintura
que le sostenía un hipil de atractivos colores. En el hombro llevaba un ayate
con yerbas y frutos silvestres que colgó en una horqueta en la entrada de su
casa para poder ofrecerle una jícara llena de agua fresca, le dijo que su
esposo no estaba por el momento, se hallaba en la cárcel cumpliendo una condena
de tres años, lo habían agarrado cuando mataba una iguana, a todo había dicho
que sí pues no hablaba español, cuando le pidieron dinero para dejarlo salir
nada más apretó su sombrero de paja y hundió la cabeza en el pecho; dice la
mujer que hasta notó que en ese momento se hacía más chiquito… sería porque las
tierras, único patrimonio que podía vender, se las había expropiado el gobierno
para hacer una carretera y favorecer el Tratado de Libre Comercio.
De vez en cuando le llevaba su
botellita de mezcal al cerezo que podía comprar cuando los gringos le daban
unos pesos si se dejaba fotografiar.
Al terminar de hablar su mirada se
fijó en la de la honestidad como si esperara una respuesta a una pregunta que
nunca le había hecho, al no haberla dio un salto, más de miedo que de gusto, se
acordó que era día de visita en la cárcel y primero tenía que pasar a una
“revisión minuciosa” a fin de que la dejaran verlo.
La honestidad decide cambiar de rumbo
y toma el camión para el Distrito Federal, se sienta al lado de un joven con
uniforme de preparatoria que al notar su presencia se incorpora después de un
improvisado sueño. “me llamo José” le dice mirando al suelo, llevaba dos horas
de camino y le faltaba otra.
“En mi pueblo hay tres primarias, una tele
secundaria y un proyecto de preparatoria la cual, dice el candidato que si
votamos por él la va a terminar, pero lo veo difícil pues eso mismo dijo el
actual gobierno y lo único que ha hecho es desyerbar el terreno y pedir
cooperaciones voluntarias para las mejoras emprendidas. El joven se tallaba la
frente con insistencia como queriendo borrar las prematuras arrugas de
preocupación.
Otro pasajero bien bañado y peinado,
con camisa blanca, corbata negra y Biblia bajo el brazo al notar el repentino
silencio de los dos viajeros se acercó con aire seguro y porte erguido, había
escuchado todo. “Dichosos los que sufren porque de ellos es el Reino de los
cielos” dijo, y sin más invitó al joven a asistir a las Campañas de Alabanza
que cada fin de semana su iglesia organizaba. Sólo tenía que dar quinientos
pesos como una ofrenda agradable a Dios, en ella simbolizaba que estaba dando a
Dios lo mejor de sí.
Le ayudarían a olvidar sus problemas,
si estaba enfermo le sanarían, si tenía miedo se lo quitarían ya que la fe que iba
a lograr le ayudaría a soportar los males de la tierra y a esperar los bienes
del cielo además, dijo, “si te entregas de lleno a la Iglesia puedes llegar a
ser pastor como yo, jamás trabajaras, viajarás mucho, tendrás bienes y gozaras
del respeto y admiración de tus discípulos”.
“Un mundo por otro igual” pensó la
honestidad al bajarse del camión.
Cansada y somnolienta intentó cruzar
la calle para tomar el metro, el semáforo estaba en rojo, cuando de repente
sintió un dolor en la cadera y un lapso de oscuridad que peleaba por ser más
que la luz, así entre penumbras, notó a dos hombres que muy cerca de ella
afectuosamente “se saludaban”, mientras tanto otros dos con cara de malos la
subían a un Mercedes Benz; a su lado se acomodó el que había ofrecido “el
saludo”, se arreglaba la corbata y miraba con nerviosismo su reloj. En una
apagada disculpa dijo que le tocaba hablar frente a la Cámara de Diputados, disculpara
la forma poco usual de invitarla pero su presencia era muy importante; había sido invitado para moderar el debate
“Pemexgate” y “Amigos de Fox” aunque, dijo no había mucho por hacer pues en
previo acuerdo las dos partes opinaron no sacar sus trapitos al sol, ni
documentos, ni videos, se enfocarían en las acciones de los demás partidos así
harían uso de su retórica y obtendrían publicidad. “O todos coludos o todos
rabones” fue la palabra final de “la reunión”, la nueva propuesta es enlodar
por todos los medios a los demás partidos, nadie está exento del caos.
“Creo que es mejor quedarnos como
estamos” dice el influyente, “más vale malo conocido que bueno por conocer, que
cada quien mire por su vida y que el mundo ruede”. Al escuchar esto la
honestidad se mostró más interesada, hasta el dolor se le quitó y
repentinamente dijo “¡qué tonta he sido!
He seguido el rastro de la corrupción y yo no he dejado ninguno, regresaré
sobre mis pasos, apoyaré y daré ánimo al campesino, a la indígena, al
estudiante, al indocumentado, a la sirvienta, al encarcelado y a tantos otros
que en su rostro reflejen que no han sido presa de la corrupción. He querido
derribar al monstruo y no he escarbado en sus heridas, en el médico que no
cobra más de lo que el enfermo puede pagar, en el maestro que brida una
atención personalizada al alumno, en el policía que vive de su salario, en el
pastor que sufre la opresión junto con sus ovejas, en el abogado que no trafica
con las influencias ni defiende al criminal, en el político que no se deja
comprar y que defiende los intereses de su pueblo…
En un rincón del carro la corrupción
lloriqueaba, gemía y temblaba, había sido descubierta, desnudada, puesta en
evidencia y casi enjuiciada. ¿A dónde huir? Se preguntaba, ¿quién me dará
abrigo? ¿En dónde encontraré ambición y
ganas de poder? Sólo en aquellos que no tengan esperanza de que las cosas
pueden cambiar, sólo en aquellos que hacen sus riquezas a expensas de la
explotación y el hurto, visitaré fabricas, oficinas, dependencias federales,
gobiernos estatales y comprobaré su fidelidad y desanimo al momento de servir y
hacer justicia a sus semejantes.
Se puso en camino, tras el rastro de
la honestidad y a lo lejos vio venir a un campesino…
PIEDRA EN EL AIRE
(CHICA DE PREPARATORIA)
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