“Últimamente
me he preguntado muchas veces acerca de la relación, del encuentro
interpersonal. En medio de mi vida llena de cosas, de prisas, de asuntos
importantes, en medio de mi vida de “adulta”, parece que haya desaparecido el
misterio. Todo es lo habitual, lo de siempre: ordenado, previsto, urgente… ¡Todo
esta controlado! Salvo las finanzas, claro.
¡El
misterio! ¡La belleza de la humanidad! ¡El horror del dolor insolidario! Tuve
que meterles en mi casa. Sí, compre el oleo. ¡Qué paradoja! No hay lámparas,
faltan muebles…, pero en una pared de mi casa están ellos y ellas.
De nuevo
el misterio ha venido llamando a mi puerta, y por la noche, mirándoles, deje
por un rato “mis cosas”, “mis urgencias”, y llame por teléfono a esas amigas
con las que hace tiempo no tenia un encuentro personal… “¡perdona, pero el
trabajo…!”
Y hoy me
encuentro recordando la fuerza que en mi vida ha tenido la amistad. El gozo con
el que descubrí la grandeza y el misterio de la persona humana. ¡Cuántos ratos
de emociones compartidas, de acercamientos torpes, inseguros, día a día
buscando el tiempo para estar, para compartir, para ir adentrándome en el
Misterio de mi amiga, de mi amigo, para ir abriendo tímidamente lo mas hondo de
mis ser! Recuerdo las sensaciones de pudor y deseo, el vértigo de dejar a la
amiga tocar mis heridas, acariciarlas, la enorme responsabilidad de entrar en
sus rincones oscuros con mi pequeña luz, el calor de mi cariño…
Así me he
ido haciendo yo. Sí, me he sabido yo, distinta, hermosa, frágil y fuerte, dulce
y dira, niña y adulta, al calor de una mirada que me iba reconociendo y de una
voz familiar que me llamaba por mi nombre.
Ellos,
mis amigos, me enseñaron a creer en la relación, a valorar el encuentro con el
otro como el don más preciado. Juntos fuimos descubriendo la grandeza del ser
humano, hicimos de la persona nuestra opción fundamental, porque juntos, a la
luz de nuestra amistad, aprendimos también a reconocer la presencia y la
amistad de Dios.
El es
quien ha ido revelando mi verdadera identidad, ala vez que regalaba la suya, el
es quien me ha enseñaba a amar a mis amigos, a comprometerme también con esos
rostros desconocidos. Es así, me ha vinculado a él, vinculándome más a mi
misma, a los que amo, y a todos los hombres y mujeres del mundo.
Es como
ese cuadro: misterio, relación, humanidad, ruptura… que hoy se ha colado en mi
casa, en mi vida, llamándome de nuevo a la amistad”.*
*ORAR
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