lunes, 29 de septiembre de 2014

Todas las vocaciones de Teresa del Niño jesus


 Ser tu esposa, Jesús, ser carmelita, ser por mi unión contigo madre de almas, debería bastarme... Pero no es así... Ciertamente, estos tres privilegios son la esencia de mi vocación: carmelita, esposa y madre.

Sin embargo, siento en mi interior otras vocaciones: siento la vocación de guerrero, de sacerdote, de apóstol, de doctor, de mártir. En una palabra, siento la necesidad, el deseo de realizar por ti, Jesús, las más heroicas hazañas... Siento en mi alma el valor de un cruzado, de un zuavo pontificio. Quisiera morir por la defensa de la Iglesia en un campo de batalla...

Siento en mí la vocación de sacerdote. ¡Con qué amor, Jesús, te llevaría en mis manos cuando, al conjuro de mi voz, bajaras del cielo...! ¡Con qué amor te entregaría a las almas...! Pero, ¡ay!, aun deseando ser sacerdote, admiro y envidio la humildad de san Francisco de Asís y siento en mí la vocación de imitarle renunciado a la sublime dignidad del sacerdocio.

¡Oh, Jesús, amor mío, mi vida...!, ¿cómo hermanar estos contrastes? [3rº] ¿Cómo convertir en realidad los deseos de mi pobrecita alma? Sí, a pesar de mi pequeñez, quisiera iluminar a las almas como los profetas y como los doctores.

Tengo vocación de apóstol... Quisiera recorrer la tierra, predicar tu nombre y plantar tu cruz gloriosa en suelo infiel. Pero Amado mío, una sola misión no sería suficiente para mí. Quisiera anunciar el Evangelio al mismo tiempo en las cinco partes del mundo, y hasta en las islas más remotas... Quisiera se misionero no sólo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y seguirlo siendo hasta la consumación de los siglos...
... La respuesta estaba clara, pero no colmaba mis deseos ni me daba la paz...

Al igual que Magdalena, inclinándose sin cesar sobre la tumba vacía, acabó por encontrar [3vº] lo que buscaba, así también yo, abajándome hasta las profundidades de mi nada, subí tan alto que logré alcanzar mi intento...

Seguí leyendo, sin desanimarme, y esta frase me reconfortó: «Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino inigualable». Y el apóstol va explicando cómo los mejores carismas nada son sin el amor... Y que la caridad es ese camino inigualable que conduce a Dios con total seguridad.

Podía, por fin, descansar... Al mirar el cuerpo místico de la Iglesia, yo no me había reconocido en ninguno de los miembros descritos por san Pablo; o, mejor dicho, quería reconocerme en todos ellos...

La caridad me dio la clave de mi vocación. Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto de diferentes miembros, no podía faltarle el más necesario, el más noble de todos ellos. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ardiendo de amor.

Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre...

Comprendí que el amor encerraba en sí todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y lugares... En una palabra, ¡que el amor es eterno...!

Entonces, al borde de mi alegría delirante, exclamé: ¡Jesús, amor mío..., al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor...!


Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia, y ese puesto, Dios mío, eres tú quien me lo ha dado... En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor... Así lo seré todo... ¡¡¡Así mi sueño se verá hecho realidad...!!! 

    DEL MANUSCRITO B
 8 de septiembre de 1896 (A mi querida sor María del Sagrado Corazón.)

miércoles, 17 de septiembre de 2014

ENCUENTRO




“Últimamente me he preguntado muchas veces acerca de la relación, del encuentro interpersonal. En medio de mi vida llena de cosas, de prisas, de asuntos importantes, en medio de mi vida de “adulta”, parece que haya desaparecido el misterio. Todo es lo habitual, lo de siempre: ordenado, previsto, urgente… ¡Todo esta controlado! Salvo las finanzas, claro.

 Pero hace dos días, dando un paseo por las tiendas de mi ciudad, buscando como completar ese piso que pago con dificultad y aun esta a medio amueblar, me encontré, de repente, con unos rostros. Era un oleo  lleno de caras expresivas, perdidas entre negros, grises y ocres, que me gritaban, me llamaban y querían colarse en mi vida.

¡El misterio! ¡La belleza de la humanidad! ¡El horror del dolor insolidario! Tuve que meterles en mi casa. Sí, compre el oleo. ¡Qué paradoja! No hay lámparas, faltan muebles…, pero en una pared de mi casa están ellos y ellas.

De nuevo el misterio ha venido llamando a mi puerta, y por la noche, mirándoles, deje por un rato “mis cosas”, “mis urgencias”, y llame por teléfono a esas amigas con las que hace tiempo no tenia un encuentro personal… “¡perdona, pero el trabajo…!”

Y hoy me encuentro recordando la fuerza que en mi vida ha tenido la amistad. El gozo con el que descubrí la grandeza y el misterio de la persona humana. ¡Cuántos ratos de emociones compartidas, de acercamientos torpes, inseguros, día a día buscando el tiempo para estar, para compartir, para ir adentrándome en el Misterio de mi amiga, de mi amigo, para ir abriendo tímidamente lo mas hondo de mis ser! Recuerdo las sensaciones de pudor y deseo, el vértigo de dejar a la amiga tocar mis heridas, acariciarlas, la enorme responsabilidad de entrar en sus rincones oscuros con mi pequeña luz, el calor de mi cariño…

Así me he ido haciendo yo. Sí, me he sabido yo, distinta, hermosa, frágil y fuerte, dulce y dira, niña y adulta, al calor de una mirada que me iba reconociendo y de una voz familiar que me llamaba por mi nombre.

Ellos, mis amigos, me enseñaron a creer en la relación, a valorar el encuentro con el otro como el don más preciado. Juntos fuimos descubriendo la grandeza del ser humano, hicimos de la persona nuestra opción fundamental, porque juntos, a la luz de nuestra amistad, aprendimos también a reconocer la presencia y la amistad de Dios.

 Nuestra relación fue el camino que desveló, desde la experiencia, el misterio de un amor más grande, de una relación más honda, una presencia que nos buscaba a cada uno, un Dios que quería relacionarse con nosotros, que nos llamaba y esperaba. Así comenzó también mi relación con Dios, o mejor, su relación conmigo y comencé a estar con el, a encontrarme con el, a adentrarme en su misterio a través de la puerta que su amor me abría, y a dejarle penetrar en el mío, o tal vez a descubrirle, poco a poco presente en mi mas honda verdad.

El es quien ha ido revelando mi verdadera identidad, ala vez que regalaba la suya, el es quien me ha enseñaba a amar a mis amigos, a comprometerme también con esos rostros desconocidos. Es así, me ha vinculado a él, vinculándome más a mi misma, a los que amo, y a todos los hombres y mujeres del mundo.

Es como ese cuadro: misterio, relación, humanidad, ruptura… que hoy se ha colado en mi casa, en mi vida, llamándome de nuevo a la amistad”.*

*ORAR

jueves, 11 de septiembre de 2014

Lectura orante de la Biblia.

“La Palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón para que la cumplas” Dt. 30, 14



 INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA  A LA LUZ DE LA  VIDA.

 Biblia y vida van unidos porque son como dos ramas que salen de un mismo tronco. Los dos nacen de Dios solo así comprenderemos que Dios tiene que ver con nuestra vida y esta tiene que ver con Dios. Leemos en comunidad porque no somos individuos aislados, además la Biblia fue escrita en comunidad y para una comunidad y los cristianos la leemos a la luz de la Resurrección de Jesús.

PERCIBIR EL ROSTRO AMIGO DE DIOS DETRÁS DE LAS COSAS QUE CUENTA LA BIBLIA Y LA PRESENCIA DE ESE MISMO DIOS EN LAS COSAS DE LA VIDA.

 La Biblia es una gran unidad, en la que cada libro, cada frase tiene su lugar y su función con vistas a revelarnos el gran proyecto de Dios. El principio de la unidad de la Escritura impide aislar los textos, arrancarlos de su contexto y repetirlos como verdades aisladas y absolutas.
Los cristianos cuando leemos la Biblia no podemos dejar a un lado la vida, sino que debemos cargar con ella. Descubrimos que la Palabra de Dios se encarna no solo en el pasado, sino también en el presente, para estar con nosotros, para hacernos capaces de afrontar los problemas y realizar las esperanzas: “Ojalá escuchemos hoy su voz” (Sal 95, 7)
El fundamentalismo anula la acción de la Palabra de Dios en la vida, es la ausencia total de conciencia crítica, manipula el sentido de la Biblia y fomenta el moralismo, el individualismo y el espiritualismo en su interpretación.
Para evitar una lectura fundamentalista hay que tener en cuenta el contenido y la unidad de toda la Escritura, la tradición viva de la Iglesia, la analogía de la fe”(DV 12).

Es decir, descubrir el sentido pleno de la Biblia, impedir que sea manipulado y evitar que el texto quede aislado de su contexto, de la situación original en la que nació, de la Tradición que lo transmite y de la vida actual de la Iglesia, a la que debe servir.

 Al abrir la Biblia no abres un libro extraño, sino un libro que habla de ti, de tu vida, de tu historia y tus luchas. Vamos a descubrir que la Palabra de Dios está en nuestra vida, en nuestra historia, en la historia de todos los pueblos.
Los libros de la Biblia contienen la experiencia creyente de nuestros antepasados en la fe. Ser respetuosos con ellos implica no manipular el texto proyectando sobre él nuestras propias ideas. Así nos aproximaremos al texto en tres niveles.

 Literario.- desde lo que dice el texto.
Histórico.- situación y costumbres de la comunidad en donde se escriben.
Teológicos.- la experiencia de fe que encierran en sí mismos.
El compromiso con la vida radica en las diferentes realidades que cada pueblo vive, sociales, políticos, económicos…es por eso que el acercamiento a la realidad no puede ser el mismo y la interpretación que se haga de los textos bíblicos para nuestra vida, será diferente.

Practica: Leer la Parábola del sembrador. Marcos 4, 1-8

LEER EL TEXTO Y VOLVER A LEER PARA CONOCERLO, RESPETARLO Y SITUARLO. RESPONDER A LA PREGUNTA ¿Qué dice el texto? Hasta que nos refleje algo de nuestra propia experiencia de vida.

MEDITAMOS EL TEXTO, DIALOGAMOS Y ACTUALIZAMOS. RESPONDER A LA PREGUNTA ¿QUE ME/ NOS DICE LA BIBLIA? Desde aquel entonces, hasta nuestros días, la situación ha cambiado. Sin embargo, la fe nos dice que ese texto, a pesar de ser de otra época, tiene algo que decirnos hoy.

ORAMOS EL TEXTO, SUPLICAMOS, ALABAMOS…después de dejar claro lo que Dios nos pide a nosotros llega el momento de preguntarse ¿Qué voy a decirle a Dios? ¿Me comprometo o no? ¿Cómo es mi unión con la vida, la conexión con el itinerario y las luchas de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Desde la eternidad,, el Padre pronuncia su Palabra y pone en ella la fuerza de su Espíritu y la Palabra se hace carne en Jesús, en quien descansa la plenitud del Espíritu Santo.


CONTEMPLAMOS EL TEXTO. VER, SABOREAR, ACTUAR ¿Cómo cambia mi / nuestra mirada? Principio para un nuevo comienzo. Comienzas a tener una nueva manera de ver, observar y analizar la vida, los acontecimientos y la historia, el camino de los pueblos, la situación de los pobres en nuestra sociedad. Es la mirada de Dios sobre el mundo que así se comunica y extiende.

ACTUAMOS. ¿A qué acciones nos invita el Señor? ¿Cómo conducir la vida según los criterios de Dios?
Tomado de Fray Carlos Mesters 

 Cantemos:
Tu palabra me da vida,
confío en Ti Señor;
Tu palabra es eterna,
en ella esperaré.

Dichoso el que con vida intachable
camina en la Ley del Señor.
Dichoso el que guardando sus preceptos
lo busca de todo corazón.

Postrada en el polvo está mi alma
devuélvame la vida tu Palabra.
Mi alma está llena de tristeza
consuélame, Señor, con tus promesas.

Escogí el camino verdadero
y he tenido presente tus decretos.
Correré por el camino del Señor,
cuando me hayas ensanchado el corazón.

Este es mi consuelo en la tristeza,
sentir que tu Palabra me da vida.
Por las noches me acuerdo de tu nombre
recorriendo tu camino dame vida.
(Sal. 119)


ORACION BIBLICA:
El cristiano, movido por el Espíritu Santo, hará de la oración motivo de su vida diaria y de su trabajo; la oración crea en él actitud de alabanza y agradecimiento al Señor; le aumenta la fe, lo conforta en la esperanza activa, lo conduce a entregarse a los hermanos y a ser fiel en la tarea apostólica, lo capacita para formar comunidad.
El Evangelio nos debe enseñar que, ante las realidades que vivimos, no se puede hoy en América Latina, amar de veras al hermano y por lo tanto a Dios, sin comprometerse a nivel personal y en muchos casos, incluso, a nivel de estructuras, con el servicio y la promoción de los grupos humanos y de los estratos sociales más desposeídos y humillados, con todas las consecuencias que se siguen en el plano de estas realidades temporales.

No podemos proponer eficazmente esta enseñanza sin ser interpelados por ella nosotros mismos, en nuestro comportamiento personal e institucional. Nuestra conducta social es parte integrante de nuestro seguimiento de Cristo” (Documento de Puebla. Nums. 932, 327, 476)