QUIERO REMAR MAR ADENTRO
Experiencia de oración del apóstol Pedro:
Aquella noche la pesca fue
un fracaso. Estaba yo lavando las redes
a la orilla del lago de Genesaret cuando oigo una voz que me dice: “Déjame
entrar en tu barca y sepárate un poco de la tierra”. Yo
no conocía a Aquel Hombre. Se agolpaban
junto a Él multitudes. En silencio le
llevé hasta donde quiso y siguió, desde mi barca, anunciando el Evangelio. Créeme, porque lo que te cuento lo
experimenté. Aquel hombre tenía en su
voz y enfuego especial. Aunque estaba rodeado de agua, su Palabra quemaba. Yo callaba; estaba acostumbrado al silencio y
a la escucha por ser pescador. Me había
encontrado con alguien más grande que el mar de Galilea.
Luego me dijo: “Rema
mar adentro”. Mar adentro donde
la pesca es abundante; mar adentro, donde se pierden los apoyos y te enfrentas
a la bravura de las olas del lago furioso; mar adentro de no sé qué mar. Y lancé la red porque Él me lo dijo. Y cuando me di cuenta la red estaba llena de
peces. Y la barca se hundía. Tuvimos que pedir ayuda a otros pescadores
amigos. Yo no salía de mi asombro; del
fracaso de la noche, ahora nos metíamos en la victoria de una gran pesca. ¿Quién era aquel a quien llamaban Jesús? ¿No
era un carpintero de Nazaret? ¿Por qué subió a mi barca y no a la otra que
estaba a su lado? Me sentí
desconcertado.
Yo soy impulsivo; soy
espontáneo y me gustan las cosas claras.
Sin rodeos le dije: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. Sí, me sentía pequeño, insignificante ante
Jesús. Ni siquiera me atrevía a levantar
los ojos. Me desbordaba su presencia;
salía de mi barca. Yo no me emocionaba
fácilmente, pero en aquella hora sonó para mí el reloj de Dios. Oí una voz - su Voz – que me decía: “No temas,
desde ahora serás pescador de hombres”.
En silencio conduje la barca a tierra, lo dejé todo y me puse en camino
detrás de Él. (Cfr. Lc. 1, 11).
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