EL OBJETIVO es compartirte experiencias que han dado vida en abundancia a mujeres que tras la revelación de Jesús no han podido quedar calladas. Algunas, resumiendo el pensamiento ajeno, otras creándolo pero todas deseando que la palabra dada sea sencilla de modo que se diga: “Esto me huele a familia aquí hay algo para mi…”
martes, 6 de septiembre de 2016
“Rema mar adentro”
QUIERO REMAR MAR ADENTRO
Experiencia de oración del apóstol Pedro:
Aquella noche la pesca fue
un fracaso. Estaba yo lavando las redes
a la orilla del lago de Genesaret cuando oigo una voz que me dice: “Déjame
entrar en tu barca y sepárate un poco de la tierra”. Yo
no conocía a Aquel Hombre. Se agolpaban
junto a Él multitudes. En silencio le
llevé hasta donde quiso y siguió, desde mi barca, anunciando el Evangelio. Créeme, porque lo que te cuento lo
experimenté. Aquel hombre tenía en su
voz y enfuego especial. Aunque estaba rodeado de agua, su Palabra quemaba. Yo callaba; estaba acostumbrado al silencio y
a la escucha por ser pescador. Me había
encontrado con alguien más grande que el mar de Galilea.
Luego me dijo: “Rema
mar adentro”. Mar adentro donde
la pesca es abundante; mar adentro, donde se pierden los apoyos y te enfrentas
a la bravura de las olas del lago furioso; mar adentro de no sé qué mar. Y lancé la red porque Él me lo dijo. Y cuando me di cuenta la red estaba llena de
peces. Y la barca se hundía. Tuvimos que pedir ayuda a otros pescadores
amigos. Yo no salía de mi asombro; del
fracaso de la noche, ahora nos metíamos en la victoria de una gran pesca. ¿Quién era aquel a quien llamaban Jesús? ¿No
era un carpintero de Nazaret? ¿Por qué subió a mi barca y no a la otra que
estaba a su lado? Me sentí
desconcertado.
Yo soy impulsivo; soy
espontáneo y me gustan las cosas claras.
Sin rodeos le dije: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. Sí, me sentía pequeño, insignificante ante
Jesús. Ni siquiera me atrevía a levantar
los ojos. Me desbordaba su presencia;
salía de mi barca. Yo no me emocionaba
fácilmente, pero en aquella hora sonó para mí el reloj de Dios. Oí una voz - su Voz – que me decía: “No temas,
desde ahora serás pescador de hombres”.
En silencio conduje la barca a tierra, lo dejé todo y me puse en camino
detrás de Él. (Cfr. Lc. 1, 11).
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