lunes, 2 de noviembre de 2015

Transcribo textos...

No soy un poeta como los que me gusta leer y aun me da por transcribir sus palabras y testimoniarlas como ciertas. Pero llegará el día en que mi mano estará distante y cuando le ordene escribir, ella trazará palabras que yo no hubiera consentido. Va a llegar el tiempo de la otra explicación, donde las palabras se desataran como una nube y caerá como lluvia. Soy la impresión que va a transformarse.
No se necesitaría más que un poco y yo podría ¡ah! Comprender y aprobar todo. Un paso solamente y  mi profunda miseria se transformaría en felicidad. Pero ese paso, no puedo darlo; he caído y no puedo ya levantarme, porque estoy roto. Hasta ahora, he creído que podría venir una ayuda. He aquí ante mí, de mi propia letra, lo que he rogado noche tras noche. He transcrito esto de los libros, como brotado de mi mismo. Ellos, mis corruptores, aumentan mi aflicción pues no tienen necesidad de ninguna ayuda. Ahora, las cosas están cambiando ¿no ha llegado la ocasión de transformarnos? ¿No podríamos tratar de desarrollarnos un poco y hacer nuestra parte de esfuerzo en el amor? Nunca como hasta ahora me había llegado la idea de ofrecer mi propia voluntad hasta que me di cuenta que el poeta había llegado al límite de la suya. No describe como yo el sonar de una tapa cuando cae y avanza provocando perturbaciones al silencio, mi silencio singularmente sensible, picante en herida que aun cicatriza. Los objetos asisten a nuestro espectáculo de vida durante siglos y no pueden soportar que alguien se contenga y busque su propio sentido. Comienzan su seducción contra el solitario que quizá triunfará. Cuando se habla de alguien así la gente cree que sabe de que se trata pero no hacen más que odiarlo sin conocerle, a medida que crecía, él creció contra los mayores y durante su larga juventud la caza contra él no cesó jamás. Y cuando no se dejaba abrumar por ellos y se escapaba, desacreditaban lo que venía de él y lo encontraban feo y sospechoso. Las líneas que ha de escribir han de brotar con tal fuerza que sobrepasen todas las contradicciones  cual regreso del Hijo Prodigo a la casa del padre. Él, es ahora terriblemente difícil de amar..., ha estado afuera tanto tiempo. Sólo él es capaz de amarse… pero éste aun no quiere.  (Sic. Rilke de los Cuadernos de Malte Laurids Brigge)